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Opinião Sutiles micromachismos en la ciencia y la universidad

Es bien sabido que el pasado 8 de marzo se celebra en todas partes el día dedicado a reivindicar los derechos de las mujeres, secularmente postergados, por cierto, Con ese motivo hemos tenido la oportunidad, también desde la universidad, de disfrutar de acciones reivindicativas y de actos culturales de gran belleza y significado. Entre nosotros fue de especial contenido el organizado desde la Casa Museo de Unamuno sobre la correspondencia que don Miguel mantuvo con mujeres intelectuales de su época, en particular del primer tercio del siglo XX. Resultó muy bello y emotivo, y al tiempo se puso de manifiesto la dificultad que tenían las mujeres para abrirse paso en la sociedad y en la cultura de la época, por lo que acudían a un intelectual prestigioso como era Unamuno para encontrar audiencia y apoyo para su llamada de atención ante la falta de reconocimiento de los derechos intelectuales, sociales y políticos de las mujeres del momento por parte de responsables políticos o académicos.

La situación actual de la mujer en la universidad es, por fortuna, muy diferente a la de hace un siglo, a pesar de los altibajos que la historia de España ha padecido a lo largo de esta centuria. Hoy las mujeres están plenamente insertas en la universidad, tanto en datos de matrícula (que en algunas especialidades profesionales son mayoría contundente), como su presencia natural como docentes, investigadoras y como responsables de la gestión académica. Si en algunos casos aún se observa distancia respecto al protagonismo masculino es previsible que muy pronto se alcancen planos de plena igualdad y reconocimiento dentro de la universidad.

La creación de las unidades de igualdad ha resultado ser un factor confirmativo de esta tendencia general de la sociedad para defender de forma escrupulosa los derechos femeninos, aun aceptando que en cuestiones muy puntuales sus responsables se han pasado de frenada. En términos generales funcionan bien estas comisiones delegadas, cumplen su tarea y van alcanzando objetivos de mejor reconocimiento de los derechos de las mujeres en el seno de la universidad.

Teniendo presente lo anterior, y a pesar de los avances logrados, hoy queremos llamar la atención de un asunto no menor, pero no tan conocido y explicito, que no facilita o impide la visibilidad de las mujeres en la ciencia y la universidad. Nos referimos al uso de los nombres y apellidos en la forma de citar trabajos científicos y libros, siguiendo la nefasta y machista tradición anglosajona, que se ha impuesto en todos los campos científicos.

Como es bien conocido por quienes leen y publican libros y artículos científicos, que en la universidad y centros de educación superior son todos sus componentes, si son o pretenden continuar siendo miembros activos de la comunidad científica y de la misma universidad en la que están insertos, muchas editoriales y revistas científicas se han sometido a las directrices impuestas por los anglosajones, y sobre todo la cultura científica procedente de los USA.

Este es un asunto sutil que merece la pena desvelar, `para conocimiento del lector y para que cada uno actúe como le parezca oportuno, ante esta imposición de una cultura científica que pretende ser canónica, o sea la única posible sin discusión.

En la forma de citar a un autor entre los anglosajones se pide colocar un solo apellido, con lo que el de la madre queda eliminado. Es una manera de ocultar la contribución de las mujeres a la vida y a la ciencia. Aún más, cuando se coloca el nombre propio del autor o autora solamente se indica la inicial del mismo, con lo que no sabemos si ese autor es hombre o mujer, y ello no es indiferente si queremos comprender con más profundidad el sentido y valor de ese libro o artículo, dado que existen visiones inevitablemente diferentes, masculina o femenina,  de abordar los problemas de la ciencia. Por ello desconocemos si una A. indica que es Antonio o Antonia, José o Josefa. Son micro machismos que parecen carecer de importancia puntual, pero que en conjunto representan una tendencia lamentablemente muy arraigada en la ciencia y en la universidad. La imposición canónica de las famosas reglas de citación APA representa un desastre para todos, en especial para las mujeres.

Algo equivalente sucede con la eliminación del apellido de una mujer cuando toma matrimonio y adopta de forma “natural” y por uso social el apellido de su esposo y tira a la basura el suyo. Cuando cita o lo usa en la universidad de esta forma se está produciendo una sutil anulación de su visibilidad original de procedencia, sea la que fuere. En algunos países europeos se mantiene esta expresión de dominio masculino que debiera eliminarse cuanto antes, y que no solo expresa un movimiento lingüístico superficial, sino de profundo calado social y científico.

En consecuencia, feministas, responsables editoriales de publicaciones, directores de revistas científicas o de colecciones de monografías, tomen nota de estos elementos desvelados, que no son inanes ni superficiales o puramente formales, sino que llevan detrás de sí una carga ideológica profunda y discriminatoria sobre las mujeres que debe ser subsanada cuanto antes.

José María Hernández Díaz
Universidad de Salamanca
jmhd@usal.es