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Crónica Salamanca La Universidad y el desarrollo rural

20-11-2023

Hasta hace no mucho tiempo las relaciones de la universidad con el desarrollo rural  en España apenas existían, o se percibían muy poco. Desde el siglo XIX, y hasta la Ley General de Educación de 1970, la formación de técnicos expertos en asuntos agrícolas quedaba asignada a la Escuela Superior de Ingenieros Agrícolas sita en Madrid y más tarde a algunas Escuelas Técnicas de Peritos Agrícolas creadas en diferentes capitales de provincia. Era éste, y en buena medida lo sigue siendo, un modelo estrictamente técnico aplicado a la agricultura y la ganadería (en este caso completado con las escasas Escuelas de Veterinarios, como por ejemplo la Central y Superior de Madrid, y más tarde otras como la de León). En los últimos 50 años todas estas Escuelas de Agricultura se han ido convirtiendo en Facultades de Agricultura, o rango equivalente, en las universidades.

El modelo docente e investigador que ha caracterizado durante mucho tiempo a estas Escuelas o Facultades de Agricultura ha sido exclusivamente técnico y productivista, sin atender a otras consideraciones. El objetivo del currículum formativo de los egresados de estas Escuelas no era otro que el de lograr una mayor productividad de los suelos y de los ganados sin atender para nada a las condiciones de vida y los derechos de los habitantes y usuarios directos de los servicios dignos necesarios de la población donde se han instalado empresas de producción agrícola y ganadera, a veces con generosas inversiones para buscar la máxima rentabilidad económica posible.

En estas condiciones se explica que los espacios rurales se han convertido, para este ideario pragmático, productivista, neocapitalista, en oportunidades para la explotación de recursos naturales en beneficio particular, con independencia de la propiedad colectiva o privada de los mismos. De esta forma, apoyados en una política agraria de la Unión Europea decididamente productivista, buscando la fría rentabilidad, y al servicio preferente de las grandes fortunas, terratenientes o explotaciones de sociedades anónimas o de particulares sin escrúpulos, se ha producido en España una profunda transformación del territorio rural, en sus sistemas de producción agrícola y ganadera, y sobre todo en las condiciones de vida y de servicios de los habitantes permanentes o usuarios puntuales de las comunidades rurales.

En las dos últimas generaciones en España ha cambiado de forma radical el mapa demográfico, económico y de servicios que había pervivido durante milenios, y asistimos a la progresiva disminución demográfica de amplios territorios, al expolio de riquezas naturales (forestales o mineras), a la instalación de macrogranjas de cerdos, vacas, gallinas y otros animales de elevados consumo, demanda y rentabilidad, a la creciente contaminación de cursos de agua, a la sobreexplotación de la tierra y su sustitución por productos y aditivos minerales complementarios y ajenos, a la progresiva destrucción del medio ambiente, y sobre todo a la pérdida lamentable de muchos de los derechos básicos de campesinos, agricultores, ganaderos, trabajadores forestales, y de forma directa también de pequeños empresarios de servicios alimentarios, turísticos o culturales.

La pervivencia del planeta Tierra, como expresa la Agenda 2030, la denuncia del mismo Papa Francisco en su encíclica “Laudatio si” (2015), y por supuesto la alarma que suscitan decenas de asociaciones ecologistas locales o mundiales que defienden el medio ambiente, el ecologismo como nuevo paradigma vital e intelectual, se erigen en motivos para interpelar a autoridades políticas y ciudadanos particulares sobre la gravedad del problema y de propugnar otras formas de concebir e intervenir en el medio rural.

En la Universidad de Salamanca se acaba de constituir el Centro de Estudios Ambientales y Dinamización Rural (CEADIR), a partir de cuatro grupos de investigación, procedentes en exclusiva de la rama de ciencias experimentales. La idea nos parece fenomenal, pues plantea el vínculo científico que debe existir entre el medio ambiente y la dinamización del medio rural. De esta forma, suponemos, el proyecto de este Centro de Estudios debe adoptar un modelo interdisciplinar, capaz de integrar todas las ciencias e investigadores que se relacionen con el medio ambiente y con el entorno rural para mejorarlo y dinamizarlo.

No podemos ocultar que nos preocupa que desde el inicio de sus actividades no aparezcan representadas las aportaciones de otras ciencias sociales, más allá de la química la pura biología, los estudios técnico-agrarios. El medio ambiente es natural y humano, o no es tal, y en consecuencia siempre debieran tomarse en cuenta otras aportaciones procedentes de campos científicos distintos si se desea apostar con energía por un medio ambiente natural y humano de calidad en el medio rural.

La aportación interdisciplinar de las ciencias sociales (economía, derecho, sociología, pedagogía, psicología, antropología, politología, geografía humana) a un determinado proyecto de medio ambiente es inexcusable. Más aún si nos referimos al medio rural, donde van siempre interconectados derechos, servicios, formas de vida. Aún más, otras ciencias de proyección social como la medicina rural, las administraciones políticas provinciales, las instituciones educativas y promotoras de dinamización cultural, y otras, piden a gritos presencia y diálogo con las denominadas ciencias duras y aplicadas a la hora de investigar y formar expertos en dinamización rural y medioambiental.

La respuesta a las urgentes demandas del medio rural debe ser holística, totalizante, desde la sociedad y desde la ciencia, desde las diferentes procedencias, y en consecuencia debe convertirse en un espacio de intersección, de encuentro, sobre todo para tratar de ofrecer a los habitantes del medio rural las mejores condiciones de vida, de reconocimiento de sus derechos, de oportunidades económicas, y de salud y bienestar. La universidad pública y sus centros de investigación y formación de especialistas hacen muy bien en fomentar esta cultura científica del diálogo interdisciplinar que ha de favorecer un avance social y humano de calidad y bienestar.

José Maria Hernández Díaz
Universidad de Salamanca jmhd@usal.es
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