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Opinião La Universidad y la dehesa

Hace pocos días se firmaba un acuerdo de cooperación, otro más, entre la Universidad de Salamanca y la Diputación Provincial. Ahora también con la participación de otros organismos públicos y privados para poner en marcha un denominado Observatorio sobre la Dehesa, para crear una red de fincas modelo y un banco de semillas de especies autóctonas, y sobre todo para buscar formas de preservar un ecosistema muy especial, como es la dehesa, característico de buena parte de la provincia donde se ubica la universidad.
Y el lector se preguntará, tal vez, a qué viene este asunto, esta relación entre una forma de propiedad de la tierra de gran extensión como es la dehesa, un organismo político provincial y una institución de educación superior que se dedica a la docencia, a la investigación, a la extensión universitaria, a la proyección de sus aportaciones sobre la sociedad y el entorno próximo.
Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, “dehesa” es una “Tierra generalmente acotada, llana, rica en pasto y, por lo general, con población de encinas o alcornoques”. Una segunda acepción que recoge es: “Hábitat de determinadas especies cinegéticas y no cinegéticas”. Y también, “pasto de ganado comunal”.
Dehesa, desde el punto de vista léxico procede del latín, es y significa defensa. Es la protección, el vallado, la separación de una propiedad extensa que hacen sus propietarios frente a otras fincas o propiedades, y respecto a caminos y vías de paso del ganado de la trashumancia, tan frecuente en la Edad Media y Moderna, y casi hasta nuestros días.
En la percepción de las gentes, y en el imaginario cotidiano, también desde el punto de vista social y económico, una dehesa es expresión de poder e influencia, puesto que las dimensiones de las dehesas suelen ser amplias, a veces conformadas por miles de hectáreas. Quien es propietario de una dehesa es rico ( o en su caso la familia). El valor actual de la tierra no es equivalente a lo que representaba en el pasado, pero todavía hoy la posesión de una finca grande y extensa, de una dehesa, continúa representando en el imaginario social colectivo , poder, influencia, distinción.
El origen de la mayoría de las dehesas, hoy visibles en la submeseta sur de la península Ibérica, afincadas en amplios territorios del sur de la provincia de Salamanca, pero sobre todo en Extremadura, Castilla La Mancha y Andalucía, así como en Portugal (en regiones como el Alentejo), se remonta a la Reconquista que hicieron los reinos cristianos ante los musulmanes a lo largo de la Edad Media, sobre todo desde el siglo X en adelante. Era necesario repoblar los territorios reconquistados, fijar población procedente del norte, y al tiempo compensar a los señores de la guerra (aposentados en sus castillos) por los esfuerzos que hacían en favor de sus respectivos reyes. Por ello la procedencia original de la mayoría de estas dehesas tiene como beneficiarios a la nobleza y a las órdenes militares, tan importantes en el éxito de la Reconquista.
Además de otras posibles consideraciones históricas, el resultado actual de este modelo de propiedad y de aprovechamiento del territorio es que ha pervivido un ecosistema boscoso de encinas , robles o alcornoques, dedicado a la ganadería extensiva de ovino, cerda y bovino (en muchos casos a la cría de toros bravos de lidia), y a ser grandes cotos de caza. Tampoco conviene olvidar que este modelo de dehesa se sustenta en una población escasa, muy dispersa, y con severas dificultades para acceder a los beneficios sociales y de servicios propios de poblaciones del siglo XXI , y no ya de los siglos X al XIX cuando la estructura socioeconómica y demográfica había permanecido muy estable y apenas evolucionada.
La pregunta que nos hacemos, de nuevo, es la relación que pide el modelo socioeconómico y social de dehesa con la universidad (sería tal vez más pertinente hablar de muchas dehesas en plural y de diferentes universidades, considerando la magnitud y complejidad que representa este amplio fenómeno social y económico en la Península Ibérica).
En el pasado las grandes universidades, como la de Salamanca, en buena medida sustentaban su poder académico y éxito social e intelectual en el potencial económico que le aportaban la propiedad y alquileres de muchos de estos terrenos, obtenidos a veces mediante testamentarías, donaciones, compras, inversiones. De hecho todavía el patrimonio universitario actual contabiliza algunas de estas dehesas, aunque representa una contribución residual.
Pero el asunto que ahora nos trae aquí no es cómo gestionar mejor esas residuales dehesas universitarias, con frecuencia de escasa rentabilidad, sino preguntarnos por la razones que han de impulsar a la universidad a una atención adecuada al complejo fenómeno de las dehesas, visto desde la totalidad de perspectivas, saberes, ciencias, misiones que debe contemplar una universidad pública.
Es indudable que los ámbitos de la biología y la ecología física, la agricultura, ganadería, veterinaria, farmacia, y otros, deben debe participar en cualquier proyecto relacionado con la dehesa, por lo ya comentado sobre el ecosistema físico representado en la fauna y la flora, y su necesario equilibrio y armonía. Pero igualmente es imprescindible considerar el denominado ecosistema social, el conjunto de factores y relaciones que establecen las personas que viven en ese entorno de manera habitual (propietarios, personal de trabajo, arrendatarios) o transitoria (segundas residencias, alquileres, instalaciones turísticas, circuitos específicos, empresas de explotación de recursos de la dehesa). Y por supuesto, las personas y técnicos que han de garantizar todos los derechos sociales, sanitarios, educativos a un sector de población dispersa como el que vive en relación con el fenómeno de la dehesa. El medio ambiente no es de ninguna manera solo ambiente físico, porque la naturaleza del hombre, de los hombres es física, pero también es social, pues se construye en relación con, como ya nos había advertido desde hace más de 20 siglos nuestro filósofo hispano romano Lucio Anneo Séneca. El medio ambiente es natural y humano.
En consecuencia, la dehesa, desde la perspectiva propuesta por la universidad, debe contemplar la recepción interdisciplinar de estudios, aportaciones, contribuciones de todos los campos de la ciencia y los saberes. Por tanto, en equipos interdisciplinares (que son los pertinentes) caben juristas y químicos, pedagogos y sanitarios, asistentes sociales y estudiosos de propuestas agroalimentarias, antropólogos y estomatólogos, sociólogos e informáticos, economistas y cultivadores de las bellas artes, psicólogos y filólogos, veterinarios y folkloristas, escritores y matemáticos, ingenieros y filósofos.
Por tanto, las propuestas docentes e investigadoras impulsadas por la universidad deben huir de posibles sectarismos y exclusiones científicas, porque la dehesa es una extraordinaria oportunidad para ofrecer soluciones dialogadas y enriquecidas desde muchas perspectivas emanadas desde la universidad pública, de cualquiera de ellas que se ubican e insertan en el entramado de referencia de la dehesa.

José Maria Hernández Díaz
Universidad de Salamanca
jmhd@usal.es