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Diretor Fundador: João Ruivo Diretor: João Carrega Ano: XXVII

Opinião La casa de la ciencia

La Ciencia, tomada en su acepción general, solamente es la expresión comprimida del conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, siste-máticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con ca-pacidad predictiva y comprobables experimentalmente.
Nos gusta un poco más, pero no en plenitud, esta definición del diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, que otros desarrollos sobre Ciencia. Uno de ellos reduce la ciencia a las ciencias experimentales (exactas, física, químicas y naturales) y biosanitarias (medicina, veterinaria, odontología, enfermería, y recientemente psicología), dejando fuera de esa cobertura, fuera de la denominación “ciencia”, a las ciencias humanísticas (filosofía, historia, geografía, historia del arte, filología traducción), a las ciencias sociales (derecho, economía, políticas, sociología de la seguridad) y a las ciencias de la educación, sin entrar en consideración de otros saberes como las bellas artes o las denominadas ciencias de la religión.
Este debate es recurrente, y a veces agrio y doloroso, cuando coinciden o interpolan cultivadores de un campo científico o del otro, de los experimentales (autodenominados científicos en exclusiva) o de los zaheridos intelectualmente por esas actitudes tan ancladas en las polémicas sobre la ciencia mantenidas con la beligerancia de unos y otros, propias del siglo XIX y que forman el resto de representantes de las ciencias, dentro del edificio de la CIENCIA.
Cuando desde hace ya muchos lustros y décadas comenzaron a organizarse en varias universidades las denominadas “Semanas de la Ciencia”, aparecieron los primeros debates y polémicas sobre el asunto, puesto que a muchos les parecía normal que las únicas ciencias fueran las de estructura experimental. Nosotros mismos hemos publicado en varios lugares, y también en Ensino Magazine, la inconveniencia de concebir aquellas “Semanas de la Ciencia” como un espacio cerrado, de convertirlas en un circuito en el que quedan vetadas muchas ciencias no experimentales y muchísimos más de sus representantes y cultivadores.
Esa Semana de la Ciencia que organiza una determinada universidad, cuyo modelo continúa activo, va dirigida a divulgar y sensibilizar a la comunidad universitaria, y de forma especial a los estudiantes de Educación Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional, sobre la idoneidad y beneficios de adentrarse en la cultura científica, y muy en particular en las ciencias duras o experimentales, así como en su proyección en las diferentes ingenierías. Apenas nada de ciencias sociales, humanas y saberes próximos.
Esta consideración también nos suscita interrogantes e invita a preguntarnos sobre la Casa de la Ciencia, que se erige en Sevilla en 2012, una más en Valencia (2018), y de nuevo ahora nace en Salamanca (2022), también con el nombre de Casa de la Ciencia.
La iniciativa emerge desde el seno del Consejo Superior de Investigaciones Cientìficas, organismo oficial de la política científica española con sede en Madrid, nacido en 1939 al concluir la guerra civil, y sustituto de la Junta de Ampliación de Estudios creada en 1907, que había nacido y se había expandido de formsa espectacular como primer gran estructura de la ciencia de la historia de España. Fue eliminada por el franquismo por sus connotaciones de autonomía, libertad, aperturismo, conexión con Europa y la ciencia internacional.
La Casa de la Ciencia es una idea entusiasta para fomentar y divulgar entre el gran público todo tipo de actividades relacionadas con la investigación y la tecnología. Esta institución de nuevo cuño es un equivalente a los Museos de Historia de la Ciencia, tan universalizados ya desde el siglo XIX en los países más avanzados (el de Londres es, por ejemplo, extraordinario) y de los que se guardan excelentes muestras en muchos países de nuestro entorno.
La Casa de la Ciencia es una iniciativa del gobierno central de España, pero también busca implicar en el mantenimiento y la gestión de esta institución científico-cultural a las Comunidades Autónomas, Ayuntamiento, Universidad y diferentes iniciativas particulares (como fundaciones, bancos, centros de investigación de empresas punteras, particulares).
Eso es lo que viene sucediendo en los últimos meses con la instalación en Salamanca de una nueva Casa de la Ciencia, a la que se ha asignado como contenedor un bellísimo edificio del siglo XV, la Casa de Doña María la Brava. Aplaudimos esta iniciativa oficial del Ministerio de Ciencia y Tecnología, porque a ella se han sumado todas las instituciones importantes que caminan a favor de la ciencia, la básica y la de aplicación, y porque nos parece ante todo una tarea de largo recorrido a favor del saber en general, de las ciencias en particular.
No queda duda alguna del interés social y científico que tiene la Casa de la Ciencia, para difundir entre el gran público la denominada cultura científica, en particular entre niños y jóvenes. Junto a salas expositivas, fijas o rotatorias, se prevén actividades de sensibilización dirigidas a todos los sectores de la sociedad en torno a novedades y experiencias recientes en cualquier campo de la ciencia.
Insistimos en nuestro a poyo a tales ideas e iniciativas ya concretadas a favor de la educación colectiva, y en particular de difusión de la ciencia. Pero anunciamos que lamentaremos mucho si, al organizar la Casa de la Ciencia, de nuevo se recae en los errores que apreciamos con frecuencia en la comunidad universitaria, y que ya hemos mencionado al inicio de esta columna, sobre la pretendida primacía de unas ramas de la ciencia sobre otras, abonada por la secuencia funcionalista que nos invade, procedente de la hegemónica cultura anglosajona. Las ciencias humanas y sociles han de tener su espacio en la Casa de la Ciencia.

José María Hernández Díaz
Universidad de Salamanca